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Los juguetitos de Munguía

Escrito por Osvaldo Granados on . Posted in Andanzas

En el actual gobierno “verde” y de la “verdadera transformación” mientras unos usan sus juguetitos caros, otros viven entre calles destrozadas, falta de alumbrado público, recolección de basura deficiente y promesas sin cumplir. 

Por Osvaldo Granados

No solo hablamos de las motos acuáticas que ha adquirido el presidente municipal Luis Ernesto Munguía González, que está confirmado por sus propios amigos y colaboradores cercanos, que en el afán de mostrarse como que todo lo saben y con acceso a información "privilegiada", han confirmado la adquisición, y algunos hablan hasta de la compra de un yate, sin que esto último esté comprobado.

Pero en esta Bahía donde las cosas se saben antes de que sucedan, cuando el río suena… es porque ya lo subieron a redes. Y es que en medio de una administración cada vez más cuestionada por la opacidad, las prioridades desordenadas y los escándalos que se multiplican un día sí y el otro también, surgen estas historias que, más allá del chisme, reflejan un estilo de gobernar cada vez más alejado de la ciudadanía.

Es válido que un funcionario tenga gustos, aficiones, incluso lujos… si su patrimonio los respalda y su desempeño público los justifica. El problema es cuando estos lujos coinciden con una serie de irregularidades en el ejercicio del poder: asesores que cobran sin trabajar, nóminas infladas, contratos opacos o dirigidos a los cuates que garantizan moches, o bien, una administración que parece operar más como club privado que como gobierno abierto.


Y en el caso de Luis Munguía, la imagen del alcalde popular, guapo y “cercano a la gente” se desdibuja rápidamente cuando se contrastan los discursos con la realidad. Porque mientras en las colonias falta agua, seguridad o alumbrado, en su entorno se presume que el presidente ya tiene motos acuáticas… y quizás algo más flotante.

La pregunta no es si tiene derecho a comprarlas —porque eso sería una discusión superficial— sino cómo las paga, con qué tiempo las disfruta y, sobre todo, qué lectura deja a una ciudadanía cada vez más desconfiada, molesta y atenta a los excesos del poder.

Más aun cuando su homólogo de Bahía de Banderas, Héctor Santana, demuestra a diario todo lo contrario, un gobierno abierto, con obras, que trabaja de lunes a domingo, cercano a la gente, transparente y con rendición de cuentas permanente. En Bahía de Banderas hay aplausos reales con obras y servicios reales. En Puerto Vallarta hay muchos signos de interrogación (¿?) y otros tantos de admiración (¡!) negativa, por decir lo menos y de manera decente.

LOS JUGUETITOS DE CARNE Y HUESO 

Pero los juguetitos van más allá de las motos acuáticas y otras adquisiciones, llegan también a funcionarios municipales que han tenido que dar la cara y acudir en representación ante las ausencias e indiferencia del alcalde por acudir personalmente a eventos protocolarios y de gobierno. 

De esto saben bien, y mucho, el secretario general del Ayuntamiento, José Juan Velázquez; el regidor Víctor Bernal; el director de Protección Civil, Misael López Muro; incluso el gerente de Ciudad, Juan Pablo Martínez. Todos ellos, leales y cumplidores de sus responsabilidades, también tienen que cumplir algunas otras que debería abanderar el presidente municipal, pero que muchas veces termina cediendo o delegando a estos funcionarios principalmente.

Los ejemplos de lo anterior son muchos, y van desde el apadrinamiento de graduaciones a los que no acudió el alcalde (acudió Víctor Bernal la mayoría de las veces), hasta el homenaje póstumo al excomisario y subdirector de Tránsito Municipal Jesús José Rodríguez Campoy (acudió José Juan Velázquez); incluso el inicio del inicio del Operativo Vacacional Verano 2025 (acudió Misael López Muro). En política y gobierno, los símbolos importan, las formas también y las presencias aun más. 

Así, mientras unos usan sus juguetitos caros, otros viven entre calles destrozadas, falta de alumbrado público, recolección de basura deficiente y promesas sin cumplir. 

Tal vez por eso, más que motos acuáticas y juguetitos caros, lo que urge en Puerto Vallarta es que el gobierno deje de jugar... y empiece a gobernar.