México, una potencia productora de ‘shale gas’
México necesita una propuesta creíble y bien fundamentada sobre la explotación del gas de esquisto que especifique los flujos de capital que generará y, de forma paralela, esté anclada en un verdadero plan de sostenibilidad
Puede que ahora el término sea todavía un tanto desconocido, pero el ‘shale gas’ va a aparecer una y otra y otra vez en los medios de comunicación y en el debate público, hasta transformarse en un concepto popular. Porque, si los estudios elaborados por varias instituciones serias resultan ser acertados, México va camino a convertirse en la cuarta potencia mundial por sus reservas de ese tipo de gas.
Según narra la historia, a finales de los años 70, un presidente declaró: “Prepárense para administrar la abundancia”.México había descubierto el inmenso yacimiento de petróleo de Cantarell. Pocos años después, en 1982, ese mismo presidente se vio forzado a nacionalizar la banca en medio de una de las peores crisis financieras en la historia nacional. A partir de ahí, todo el modelo económico de México comenzó a transformarse hasta convertirse en una economía muy abierta que abandera el libre comercio como eje transversal de su estrategia de crecimiento.
Esa apertura ha permeado en prácticamente todos los sectores, salvo en el eléctrico y el de hidrocarburos. Por un lado esto parece necesario, pues Pemex aporta casi el 40% de los ingresos públicos, pero, por otro, dentro del seno de la propia Pemex se comenta que la empresa ya "no puede con todo".
La realidad es que la Estrategia energética oficial para los próximos 15 años deja muchos cabos sueltos. El eje de la planificación energética nacional debe ser el“desarrollo sostenible” (DS), punto. Porque DS no sólo implica calcular y minimizar el impacto medioambiental de la actividad económica, que se traduce en una mejor calidad del aire, el agua, y otros ecosistemas, o en promover acciones para que todos los poblados tengan algún tipo de fuente de energía, que puede ser tan básica como la leña, sino en incluir en el documento una estrategia concreta sobre la explotación responsable del shale gas.
Los beneficios que se obtengan del shale gas deben beneficiar directamente a los grupos sociales más vulnerables y detonar una inversión cuantiosa en biocombustibles, sólo así podrá ser considerada una estrategia sostenible que mire al futuro y pueda no sólo alcanzar la meta de producir el 35% de la energía a partir de fuentes sostenibles en 2024, sino superarlo.
En una frase, México necesita una propuesta creíble y bien fundamentada sobre la explotación del gas de esquisto que especifique los flujos de capital que generará y, de forma paralela, esté anclada en un verdadero plan de sostenibilidad.