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Sin playa ni turistas, Barra de Navidad está en agonía

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Es una historia, que tiene que ver con decisiones erróneas que tomó la autoridad federal para favorecer al megadesarrollo turístico Grand Bay o Isla de Navidad, pues permitió la construcción de un espigón y una escollera que modificaron el flujo de agua y arenas desde la laguna costera hacia la playa


El mar indómito que se bate sobre Barra de Navidad podría ser un espléndido motivo para una estampa del artista japonés Kaktsushika Hokusai –autor de La ola: el océano que devora una embarcación con el impasible volcán Fuji al fondo-, pero da la clave para una tragedia muy distinta que hoy vive este risueño puerto de pescadores del Pacífico del sur de Jalisco: la playa desapareció bajo el oleaje, se fueron los turistas y la economía de la localidad se muere.

Es una historia de viejo aliento, que tiene que ver con decisiones erróneas que tomó la autoridad federal para favorecer al megadesarrollo turístico Grand Bay o Isla de Navidad, pues permitió la construcción de un espigón y una escollera que modificaron el flujo de agua y arenas desde la laguna costera hacia la playa.

La falta de intercambios de adentro hacia afuera, ocasionado por esta barrera artificial, ha generado que la playa aluvial –alimentada con la arena de río que arrastran milenariamente el arroyo Seco y el río Marabasco- deje de recibir materiales. La erosión causada por marejadas registradas en mayo de 2011, y la fuerza del huracán Jova, terminaron la obra del hombre.

Hoy, el oleaje golpea los cimientos de las fincas de restaurantes y hoteles y ningún bañista penetra en la agitada orilla. Los lugareños miran desconsolados lo que podría ser el final de un centro turístico que junto con Melaque, en la propia bahía de Navidad, ha sido el imán de la llamada Costalegre por más de medio siglo.

“Previo al huracán, tuvimos el embate de marejadas, de la contracorriente ecuatorial y desde ahí ya tuvimos desperfectos, en lo que era la barrera protectora de nuestra infraestructura, frente a la playa […] se han dado ciclos de marejadas, cada quince a 18 años; a veces erosionaban la playa, y dañaban una o dos construcciones, pero esto que fue como un efecto dómino, se dio con el paso de Jova”, señala el presidente del Consejo Consultivo de Turismo de Cihuatlán, y restaurantero de la zona, Pedro Morett García .

- ¿Usted ve causas naturales o la modificación artificial por las obras de hace 25 años?

- Creo que ambas; es decir, no hubo un estudio de impacto ambiental en su momento, y ahora estamos impactados, esa sería la palabra que nos describe […].

Según datos oficiales, la escollera y el espigón comenzaron a construirse en 1986 y culminaron a comienzos de los años noventa; los gobiernos de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas lo autorizaron pese a que se daba el grito de alerta por las alteraciones que podría ocasionar. Jova remató un amargo silogismo.

“Es triste reconocerlo, pero definitivamente lo que es la actividad turística decayó hasta en 70 por ciento; es decir, de todo el flujo de visitantes que teníamos con anterioridad, ahorita no vienen por el hecho de que no tenemos playa, es decir, está mutilada, aunque tenemos una gastronomía extraordinaria, un pesca magnífica, un pueblo muy pintoresco, pero el factor playa nos ha pegado con mucha dureza”, añade Morett García.

Respecto a los perjuicios, “cada establecimiento afectado tiene sus números propios, pero frente a la playa estamos 30 asentados, y lo que ha sido la recuperación de los inmuebles, meter muros nuevos, la cimentación nueva, edificar de nueva cuenta, pues ahí estamos hablando de cien millones de pesos”.

Pero a la larga, nada de eso vencerá al mar. 30 por ciento de los negocios del poblado ya se vieron obligados a cerrar y se ha despedido a decenas de empleados, de las 300 familias que viven de todo el sector económico, desde loncherías y tiendas de recuerdos hasta restaurantes y hoteles.

Sobre el tema, el delegado regional de la Costalegre por la Secretaría de Turismo, Alfonso Germán Espinoza Estrada, señala que no le extrañó el problema, sino la profundidad del efecto. “Así como ha tenido cambios el comportamiento cíclico del mar, todo mundo pensaba que se iba a recuperar, hasta que nos dimos cuenta que esto no tenía para cuando retirarse, y luego viene el Jova, y nos da la puntilla […] el impacto ha sido muy grave para la población, tanto así que hemos tratado de plantear estrategias de cómo dar alternativas de venir a la playa, sin tener la playa, porque Barra de Navidad se necesita reaclientar”.

Parece una resignación realista. “Buscamos que Barra sea un centro de población atractivo, a donde llegue la gente, con espacios funcionales para los visitantes, y que de aquí se puedan desplazar a otras playas, sin olvidar el tema de la gastronomía, para poder contrarrestar las pérdidas que hemos tenido; hemos llegado a tener ocupaciones de 5 por ciento en algunas semanas…”.

De 2,860 habitaciones desde Cabo Corrientes hasta Cihuatlán, “entre Melaque y Barra de Navidad tenemos entre 1,600 y 1700 habitaciones; esta es una zona turística, y cuando no hay turismo, no hay dinero”, subraya.

Ilustra esta realidad el gerente del restaurante Pancho, Martín Díaz, mientras observa con desilusión el golpeteo incesante del oleaje a sus cimientos, al lado de estructuras ya colapsadas: “la semana pasada no tuvimos una sola mesa”.

Es mediodía. Unos pocos visitantes pasan atónitos por las calles llenas de edificios vacíos, con letreros “for sale” a la puerta, debajo de una pertinaz llovizna que llena de glorias verdes a los cerros que rodean el drama de esta aldea. La niebla disfraza la enorme edificación neocolonial de Isla Navidad, con algunos yates y muchas barcazas entre las dos orillas. El monumento en bronce a la hazaña de la exploración de las Filipinas, acaudillada por López de Legazpi en los albores del Nuevo Mundo, se exhibe al comienzo del espigón. Es mudo testigo de la victoria final de los elementos sobre los breves y equívocos esplendores de la obra humana. (Fuente: Milenio edición Jalisco) 

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