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Cuando la salud se convierte en lo más importante y la inmediatez en lo menos prioritario

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La clínica lucía casi sola, un hombre y una mujer esperaban en el lado derecho de la recepción, en esas frías y duras sillas que pueden convertirse en un reconfortante sofá si pasas muchas horas esperando. La ventanilla sola, las luces del pasillo prendidas, a lo lejos se escuchaban voces y risas

Por Dulce Marez

Eran alrededor de las 4 horas de ayer, cuando llegó al área de Urgencias de la Unidad Médico Familiar número 19 en Mezcales, Nayarit, un joven de 20 años que presentaba dolores en el pecho, entumecimiento de la boca, bochornos y picazón en el cuerpo. Los familiares del joven, que responde al nombre de Erik González llamaron a la ventanilla si tener respuesta por varios minutos.

La clínica lucía casi sola, un hombre y una mujer esperaban en el lado derecho de la recepción, en esas frías y duras sillas que pueden convertirse en un reconfortante sofá si pasas muchas horas esperando. La ventanilla sola, las luces del pasillo prendidas, a lo lejos se escuchaban voces y risas.

 De pronto se asomó una mujer con un maquillaje notorio, el cabello recogido, usaba pantalón y camisa blanca, con un chaleco verde; la mujer preguntó si iban a consulta, la madre la mira fijamente y asiente para después escuchar “ahorita los atienden” mientras la mujer se perdía en el pasillo. La madre, con los ojos cristalinos, volteó a ver a su hijo. La hermana del joven comentó, “ni modo que la hubiéramos venidos a ver, en qué cabeza cabe preguntar eso a las 4 de la mañana,  en el área de urgencias, y todavía se va”.

Minutos después apareció otra mujer, con cabello suelto, maquillaje notorio, usaba pantalón y camisa blanca, una bata verde y un fonendoscopio colgado alrededor del cuello; preguntó quién iba a consulta y si traía la cartilla del seguro; la madre entregó los documentos y la aparente doctora hizo preguntas con una terminología poco coloquial, la madre respondió lo que entendió y la mujer la interrumpió abruptamente con un noto hostil, replanteando la pregunta, a lo que la hija intervino diciendo que no sabían que era eso y dio datos sobre los antecedentes médicos relevantes de su hermano. La doctora la miró y después dirigió su mirada hacia la hoja que llenaba, segundos después se levantó diciendo “en un momentos lo llaman” mientras se iba.

La madre se acercó al joven que intentaba no romper en llanto, la hermana perdía la mirada en la oscuridad del patio esperando no fuera nada grave. El tiempo pasaba lento para quienes esperaban. Por fin aparece la primera mujer y le dice a Erik que pase, la madre se encamina con él y la enfermera le dice “el niño solito”, la madre se detiene y la enfermera cierra la puerta. La madre tomó asiento y la hija le acompañó.

Aproximadamente 30 minutos más tarde llegó una joven mujer con fuertes contracciones que anunciaban el nacimiento de su primer hijo. El proceso se repite casi idénticamente: los familiares llaman a la recepción, después de unos minutos alguien atiende de modo hostil, piden documentación, pero en esta ocasión se escucha a la doctora decir “yo no sé para que la traen aquí, eso es en la 42, además la traen en las ultimas”, a lo que el suegro de la joven contestó que precisamente por eso estaban ahí, pero que no sabían que tenían que ir hasta Vallarta, que no tenían como moverse, habían pedido un raite para llegar, y terminó preguntando “¿si le corto un dedo la pueden atender?”, la doctora pidió que le repita y el hombre contestó “por favor, sólo chéquenla y nos vamos”; la doctora sin verlos dijo “pues dejen ver” y se fue,  minutos después, la enfermera llamó a la joven. Los familiares de la joven se sentaron a esperar, el hombre comentó a su hijo “se supone que son profesionales, ¿no? Si no ¿qué chingados están haciendo aquí?”, a lo que el hijo asintió mientras miraba su cartilla de seguro social.

Los familiares de Erik que habían presenciado todo, escucharon atentamente, de pronto la madre del joven dice “no tienen tacto para tratar a la gente, lo hacen de malas y hacen sentir peor a uno”. El hombre y mujer que habían llegado primero, escuchan atentamente las aseveraciones de ambas familia.

Pasó alrededor de una hora cuando salió Erik con un pedazo de hoja blanca con sello del IMSS que fungía de receta médica, un jarabe y un cono de agua con pastillas adentro. “Estuve casi todo el rato sentado mientras las enfermeras echaban el chisme. Me preguntaban algo y se iban a seguir platicando, luego me inyectaron y lo mismo, al final me dieron la medicina y me recomendaron ir con mi médico familiar. Adentro había un muchacho con suero y tampoco le hacían mucho caso.”

Horas después, el joven visitó a su médico de cabecera, quien indignado y molesto comentó que había sufrido una intoxicación y que si no hubiera ido a verlo las cosas pudieron haberse complicado, puesto que el medicamente que le habían dado en la clínica del IMSS, no era, de ningún modo, para contrarrestar los síntomas o aliviar al paciente, agregando “y no es la primer vez que hacen eso”.

 

Los ciudadanos exigieron que se les dé mejor trato y servicio. “Nos tratan como si nos hicieran un favor. Pagamos por un servicio que debería ser gratuito, y nos dicen que lo es para que nos sintamos menos y aceptemos el pésimo servicio que nos dan. Si no les gusta su trabajo que se busquen otro, pero que no se desquiten con nosotros. Si tuviéramos el dinero, ellas no comerían,  porque uno prefiere ir con médicos particulares, pero no siempre se  puede y bien que lo saben, por eso son tan groseras”, aseveró una de las personas afectadas, agregando que las autoridades deben prestar particular atención a este tipo de problemas, que afectan a todos, porque ellos pierden el respeto, el apoyo y la credibilidad de la gente, pero “uno puede perder hasta la vida, por su negligencia”.

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