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El "cómo" de la expresión oral y escrita

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 Por Lorena Martínez Ramírez

                      Consultor de Imagen  

La entonación, los acentos al hablar, el control del volumen. Estos recursos parecerían exclusivos de una tele serie, más no es así, forman parte del paralenguaje. Sí, las pausas con intención y tantas otras formas de matizar, acentuar y adecuar el ritmo, son alternativas que bien utilizadas nos permiten hacer llegar clara y precisamente los mensajes que deseamos comunicar y posicionar. Por otro lado, aplicarlos inconsciente y desordenadamente pueden ocasionar la ruina de nuestra imagen pública, pulverizando la solidez del branding más sobresaliente.

Este complemento de la expresión oral también aplica en el campo de la escritura y permite grandes alcances; en la comunicación hablada, la entonación es una vía que permite hacer agradable una exposición (incluso, cualquier tipo de interlocución), algunos expertos afirman que si el hablante experimenta una emoción intensa, lo proyecta adoptando un tono más agudo de lo habitual. Un control estratégico entre tonos graves y agudos en partes clave de una intervención pública, funge prácticamente como un imán para la atención general; el volumen es otra arista de suma importancia, si éste es demasiado moderado puede denotar nerviosismo y provocar desinterés en la audiencia, si es fuerte, refleja seguridad o liderazgo pero si se abusa de él, puede proyectar autoritarismo u despotismo.

La dicción ha de ser nítida o incluso la actitud con más probabilidades de triunfo, se diluirá. Además refleja la cultura del ponente.

Otro elemento fundamental es el ritmo: La fluidez hace amable y atractiva una exposición, pero no basta ser acompasado, pues añadir silencios precisos: En términos gastronómicos, aporta la "sal y pimienta" para aderezar la retórica, dando fuerza a ideas clave.

En cuanto a la comunicación escrita, el paralenguaje nos conduce a un desenlace exitoso si tenemos una distribución espacial que permita una localización visual inmediata (títulos y subtítulos evidentes, márgenes, sangrías); tipografía legible y con la formalidad correspondiente al rubro destino del texto; la ortografía debe ser intachable pues un error implica el desencanto del tema expuesto y una gran propuesta puede ser desechada por una inconsistencia gramatical; el sazón -retomando el lenguaje culinario-, es la puntuación; utilizar adecuadamente las posibilidades rítmicas representadas por uno u tres puntos consecutivos, dos puntos, punto y coma; o también recurrir a la entonación y volumen, como las comillas o signos de exclamación e interrogación, nos permite encauzar cualquier texto a la meta deseada, con el efecto planeado.